La República será posible |
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FRANCISCO PRENDES QUIRÓS
Ni es secreto a voces, ni sueño
imposible. El ideal republicano se extiende pacíficamente
por todo el país. La juventud, que es tricolor, lo tiene
asumido.
Ideal republicano de igualdad, sin privilegio alguno. Los
ciudadanos y, por supuesto, las ciudadanas, nacemos libres
e iguales, sea en el Hospital de Cabueñes, sea en el de
Jove o en el Ritz de los hospitales madrileños, donde
«alumbra» la realeza. Ni apellidarse González, Rouco,
Aznar, Ortiz o Borbón puede suponer diferencia o
preferencia. Lo dice taxativamente el artículo 14 de
nuestra vigente Constitución, «Los españoles son iguales
ante la Ley»; en su nombre, y con su texto, es preciso
proclamarse republicano.
Las magistraturas del país sólo tienen un camino de
acceso: el que pasa por las urnas. Lo dice el principio
democrático, que sólo quiebra en las Monarquías, reliquias
del tiempo pasado como lo son los tules, los armiños, las
reverencias, los capelos, las hoces y los martillos, el
yugo con las flechas..., el señor Bono.
Pero, además de todo esto, decir República es decir
libertad, participación, primacía de la soberanía civil y
laica del Estado, respeto en la convivencia, exigencia de
sentido ético, «incluso» en las opas y en las relaciones
económicas y sociales, «pureza» u honradez en la conducta
pública.
La República llama a la educación, a la cultura, a la
participación del ciudadano «bien informado» en todos los
estadios y niveles de la vida pública. Es un ideal. Es la
perfección, el deseo de una edad dorada de «transparencia
e integridad» que nunca ha existido, pero es necesario
sostener esa aspiración y lanzarla al futuro; nos dará las
fuerzas necesarias para recorrer el camino que ha de
conducir a la sociedad al equilibrio de libertad, igualdad
y fraternidad a que desde «las luces» aspiramos.
República hay, y hubo, de mil tipos. Parlamentarias,
presidencialistas, comunistas, fascistas, hasta
constitucional piden algunosÉ Hacer República es navegar
por el mar de las libertades democráticas entre escilas
comunistas y caribdis fascistas, con todos sus matices y
apellidos, que algunas «arcas» quedaron vacías y quieren
nutrirse de «futuro». República para navegar y llegar a
puerto; para aspirar a alcanzar la meta donde el ciudadano
se realiza. En definitiva, vivir asumiendo los riesgos del
progreso y de la libertad.
Tenemos la suerte de no tener aún República y poder
aspirar a ella, que los que ya la tienen y viven la vida
pública en el sopor de la «comodidad» y la indiferencia de
lo cotidiano carecen de metas, como no sea la meta
individualista del «neoliberalismo», esclavo de la
ganancia y del mercado.
La República «berlusconiana», por citar una monstruosidad,
es la anti-república. La partitocracia, por citar otra
deformación de participación política, es
antirrepublicana. La moral del cemento, por maldecirla, es
la negación de la virtud republicana. La escuela
confesional puede ser, que no lo es, «Vivero» de católicos
preocupados de su propia «salvación», pero no lo es de
ciudadanos; la escuela laica y pública será la semilla de
la que ha de «salir» el ciudadano nuevo, libre,
igualitario, participativo y crítico.
La República, cuando no se tiene, es futuro y esperanza.
Cada cierto tiempo, los pueblos tienen el derecho, y la
necesidad, de soñar su futuro y acariciar la esperanza de
la edad dorada. Los españoles estamos, por tercera vez, en
el umbral de ese momento mágico en el que la Monarquía se
pone, y la República de los ciudadanos libres e iguales,
que no la de las «revoluciones», amanece.
Francisco Prendes es abogado.
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Prensa 2006
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