ASTURIAS, 04/10/2002
ASTURIAS
Cuando fuimos milicianos
Ex combatientes republicanos del «grupo Vizcaya» confraternizan en Oviedo
y cumplen la voluntad de Ramón Rubial
Oviedo, Ch. NEIRA
¿Y cuando pasamos a Santander?
Por Dios, no me hables de Santander.
¿Sabes lo que nos hicieron a nosotros? Nos sacaron todas las bebidas de los bares a la calle. Querían que nos emborracháramos para cogernos y nos dieron la orden de destrozar las botellas con la culata del fusil.
Una guerra no se olvida fácilmente. Nicasio Sacristán tenía 16 años en 1936. Le mandaron marchar desde el País Vasco a Asturias para defender El Escamplero, volvió luego a su tierra, logró salir como pudo cuando los nacionalistas vascos se entregaron en Santoña, pasó tres años en la cárcel y 37 trabajando en los altos hornos. Una historia que ayer al mediodía se repetía por todas las esquinas del palacio de Toreno, en Oviedo.
Vicente Álvarez Areces, representantes de la Federación Socialista Asturiana y de la Agrupación Municipal de Oviedo eligieron ese lugar para reunirse con los ex combatientes republicanos vascos del «grupo Vizcaya», la única agrupación de este tipo que existe en España, fundada tal día como hoy en 1982 por Ramón Rubial. Y fue precisamente el fallecido presidente socialista el que encargó a los que fueron milicianos que se hermanaran con sus compañeros asturianos en el frente durante la guerra civil. Fruto de esa promesa, que Lentxu Rubial, hija del histórico socialista, pudo ver cumplida ayer en Oviedo, supervivientes del «grupo Vizcaya» llegaron el pasado martes a la región que les vio combatir y que también les vio batirse en retirada, después de que los nacionalistas vascos pactaran con los italianos, tras la retirada por Santander y el repliegue progresivo del frente oriental asturiano.
Un frente «que nunca se llegó a romper», insistía ayer con orgullo Avelino Fernández Cabricano, secretario de la asociación de militares de la República, langreano de nacimiento e interlocutor, en el diálogo reproducido al comienzo de este reportaje, de Nicasio Sacristán. Cabricano, que no quería recordar lo de Santander, tampoco tiene muchas ganas de hablar de la traición nacionalista vasca. Prefiere enumerar el repliegue de los asturianos, la dificultad de dotar de munición a un ejército diezmado que utilizaba tres calibres distintos y que estaba asediado por la aviación «invasora». Lo de la munición es una constante. Los vascos, pertenecientes la mayoría de ellos al primer y segundo batallón Meave, recuerdan que en el alto de El Escampleto tuvieron que cortar la carretera y estuvieron resistiendo el fuego enemigo hasta que llegó el relevo asturiano. Provistos sólo de dinamita y granadas de mano, los vascos tuvieron que dejarles todos los fusiles.
Y mientras cada uno contaba «sus mentiras, aunque las únicas mentiras de los ex combatientes son las exageraciones», terciaba un miliciano, Vicente Álvarez Areces se dirigía al grupo congregado en el palacio de Toreno para recordarles que la lucha por la libertad de la que ellos fueron protagonistas «sigue en Asturias, en España y especialmente en el País Vasco, luchando contra aquéllos, como ETA, que impiden la libertad y la convivencia». Ése fue el mensaje. Y los regalos, varios libros sobre Asturias y sobre el socialismo y una foto del presidente asturiano dedicada. Un detalle.
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