ASTURIAS, 14/08/2002
GIJON
La fosa común del cementerio de Jove
J. M. Cuesta
En estos días en los que se habla con insistencia de la recuperación de la memoria histórica y se abren fosas comunes en las que yacen cadáveres olvidados de la guerra civil, no puede parecer gratuita la referencia a la que, olvidada y abandonada en el cementerio de Jove, conserva los restos de muchas personas asesinadas el 14 de agosto de 1936, justamente hacen hoy 66 años, tras ser asaltada la iglesia de San José en la que se encontraban presos.
Pocos gijoneses quedan ya casi todos octogenarios que conserven el recuerdo de la trágica jornada. Ese día, alrededor del mediodía, una escuadrilla de aviones nacionales procedentes del aeropuerto de León, en una operación de apoyo a los defensores del Simancas, bombardearía diversos lugares de la ciudad, causando numerosos muertos. No más de dos horas después una multitud vociferante, en la que predominan las mujeres, rodeaba la iglesia de San José, convertida en cárcel, pidiendo la cabeza de los detenidos en ella.
De cuanto ocurriría a partir de este momento, del asalto al templo por grupos de milicianos; de la selección de los presos; de la actitud de éstos, sometidos a todo tipo de vejaciones, y de su conducción en camiones dispuestos al efecto, al lugar de la ejecución, ha dejado un escalofriante relato uno de los supervivientes, el abogado don Bonifacio Lorenzo Somonte en su libro testimonial «Los cuarteles de Gijón y otros sucesos».
Más de un centenar sería asesinado ante una de las paredes del cementerio de los que sólo los nombres de unos sesenta figuran en la lápida conmemorativa que recuerda el episodio, concretamente los de los gijoneses que serían identificados al final de la guerra. El resto era gente innominada que habían sido detenidas en la zona oriente del Asturias ante la llegada a ella de las tropas nacionales, y son sus restos los que aún permanecen en la fosa común.
Leer hoy la lista de nombres recogidos en la lápida es recuperar la historia de los últimos doscientos años de la historia social, económica y política de Gijón. En ella figuran dos insignes republicanos, los diputados en Cortes don Romualdo Alvargonzález Lanquine y don Mariano Merediz de Parreño y apellidos tales como Paquet Cangues, Costales Acebal, Galarza, Riounda, Echaniz, Tuya Solar, Campoamor, Fernández Nespral, García-Jove, Laviada García-Pola, Cuervo Muñiz, Varela Menéndez, Soria Heredia, Sánchez del Río (Avelino y Javier), Basterrechea (Tomás y Pablo)...
Los cadáveres permanecieron mucho tiempo insepultos, por lo que al final se les roció de gasolina y se les enterró en una fosa común repleta de cal viva, lo que haría muy dificultosa su identificación. Los que lo fueron por medio de dentaduras, fracturas, etcétera, serían en muchos casos recuperados por sus familiares, pero bastantes permanecerían para siempre en lo que hoy es un olvidado rincón del cementerio.
La lápida con los nombres de los identificados perpetúa aún hoy la memoria de su sacrificio. Desgraciadamente el paso del tiempo y al descuido en su atención han hecho al cabo del tiempo que tanto la fosa como la lápida ofrezcan hoy una patética imagen de abandono.
La Fundación Alvargonzález, cuya generosa contribución a la recuperación de figuras y episodios de la vida gijonesa es bien conocida, muy bien podría contribuir a dignificar este pedazo de tierra sagrada, ara de sacrificio de quien fuera patriarca de la familia y cuyo nombre, como el de sus compañeros de martirio, apenas aparece hoy legible sobre la piedra erosionada de la lápida conmemorativa.
|