Oviedo, Paula TAMARGO
«Noticias del frente de Motril hablan de un sorprendente golpe de mano llevado a cabo el 23 de mayo detrás de las líneas enemigas, por medio del cual los republicanos rescataron a 308 prisioneros asturianos empleados por los fascistas en la construcción de fortificaciones. Un grupo de nuestros soldados desembarcó en una pequeña playa a las espaldas del frente fascista, atacando enseguida el fuerte de Carchuna. Otra unidad les respaldó por tierra, tomando parte en la captura del fuerte. Después de que los oficiales de la guarnición fueran fusilados, las tropas se rindieron. Entonces los republicanos, libertadores y liberados, atacaron la retaguardia fascista, rompiendo la línea y pasando a territorio leal».
Es sólo un fragmento de las decenas de relatos y testimonios escritos que quedaron en distintas publicaciones republicanas sobre el episodio que se desarrolló el 23 de mayo de 1938, en plena guerra civil, en el fuerte Carchuna, situado cerca de Motril, en las proximidades de la localidad almeriense de Calahonda. Allí permanecían 308 prisioneros, casi todos asturianos, que fueron liberados por un grupo de soldados y guerrilleros republicanos en una espectacular operación de rescate.
La liberación de los asturianos de Carchuna es hoy, después de más de 60 años de haberse producido, el objeto de la investigación que desarrollan un profesor universitario y varios aficionados a los sucesos del conflicto bélico español que pretenden esclarecer todos los detalles de lo ocurrido, publicar un libro sobre ello e incluso barajan la posibilidad de realizar un documental sobre lo que consideran que ha sido, hasta la fecha, «la única operación de comando del Ejército español en toda su historia», por el modo en el que se desarrolló y el éxito de la misma.
Entre las personas que trabajan desde hace tiempo en arrojar algo más de luz sobre aquella operación de rescate se encuentra Pedro García, sociólogo y profesor en la Universidad Rey Juan Carlos I, de Madrid. Explica que el objetivo de la investigación, entre otros muchos, es que lo sucedido «no muera con los protagonistas de la historia y para que los nietos de éstos no se queden con la idea de que lo que cuentan sus abuelos son “batallitas”, porque fue un hecho real silenciado durante muchos años, por el miedo que la gente tenía a hablar de la guerra y a las represalias que pudieran sufrir».
En el trabajo de investigación que se desarrolla sobre el rescate del fuerte Carchuna trabajan también, junto a este sociólogo, el valenciano Jesús Castillo, licenciado en Geografía e Historia, y el malagueño Chema Prada, estudioso de temas relacionados con las guerrillas.
El proyecto de recuperar la historia del rescate surgió a raíz del contacto que estos tres jóvenes establecieron a través de Internet, de una página en la que personas de todos los puntos de España dejan sus mensajes o sus historias sobre asuntos relacionados con la guerra civil, sobre familiares desaparecidos o relatos de sucesos sobre el conflicto bélico que oyeron contar a sus parientes o allegados.
De ahí en adelante, con los datos que han logrado ir reuniendo, se ha empezado a reconstruir una historia en la que la mayor parte de sus protagonistas son asturianos. No sólo porque lo fueran los 308 prisioneros liberados en el fuerte de Carchuna el 23 de mayo de 1938, sino porque el diseño de la espectacular operación de rescate también parece haber sido obra de tenientes del frente republicano originarios de distintas zonas del Principado.
El diseño del rescate del fuerte de Carchuna se realizó a partir de la información que sobre la zona facilitaron al bando republicano cuatro prisioneros evadidos días antes de la fortificación. La operación fue llevada a cabo por un grupo de soldados y guerrilleros republicanos de la Compañía Especial, voluntarios de la 55.ª Brigada, perteneciente a la 71.ª División del XXIII Cuerpo del Ejército.
En la operación participaron varios tenientes asturianos: Joaquín Fernández Canga, Esteban Alonso García, Cándido López Muriel y José Fernández Rodríguez. El primero era de Sama de Langreo. De la localidad natal de los otros tres aún no se tienen datos, aunque sí se sabe que procedían de Asturias.
Según los datos de los que se dispone, también figura como participante en la operación el oficial Secundino Álvarez Torres, de Sama de Langreo, además de cinco especialistas guerrilleros extranjeros que prestan su apoyo al bando republicano. Entre ellos, el sargento Irving Goff y el teniente William Aalto, ambos norteamericanos.
El grupo que se encargó de desarrollar la operación de rescate partió de la zona republicana del frente de Granada rumbo a Punta del Llano, situada en la costa entre Calahonda y el cabo Sacratif, cerca de Motril, a bordo de varias barcazas, en plena noche y sin luces, para evitar ser descubiertos.
El desembarco en Punta del Llano se produjo casi en la medianoche del día 23 de mayo. Desde allí se dirigieron a las proximidades del fuerte de Carchuna, donde les esperaban unos enlaces. Según la información de la que disponían las personas que investigan el suceso, se trataba de «varios paisanos, algunos marineros y pescadores de Adra, Almería, buenos conocedores de la zona).
Éstos facilitaron al grupo de rescate «bastante información, y muy precisa, para el desarrollo de la operación», si bien los datos clave habían sido aportados con anterioridad por los cuatro asturianos evadidos del fuerte de Carchuna en las vísperas del 23 de mayo de 1938.
El asalto se habría producido «sin grandes contratiempos, después de unas breves escaramuzas en las que los guardianes sufrieron algunas bajas, incluyendo éstas al alférez que mandaba el destacamento que vigilaba a los prisioneros». Así, el grupo de rescate logra liberar a los presos, a los que se les entregan armas y granadas. Todos, liberados y libertadores, junto a sus enlaces, emprendieron la marcha para regresar a las líneas republicanas. Sufrieron bajas en la retirada.
Para facilitar el paso del grupo de rescate junto a los 308 asturianos liberados por las líneas del frente nacional de la zona, el 220.º Batallón de la 55.ª Brigada, unidad que cubría el frente granadino, lanzó un «ataque de distracción apoyado por algunas baterías de artillería y de mortero». Así, el grupo de rescate y los prisioneros asturianos liberados conseguirían regresar a posiciones republicanas antes de la amanecida del 24 de mayo, convirtiéndose en los protagonistas de una historia que todavía hoy empieza a escribirse.